Pocas veces en la historia de Sinaloa hemos presenciado un proyecto de infraestructura con tanto potencial transformador como el tren “El Sinaloense”. Esta ambiciosa obra, impulsada por la gestión del gobernador Rubén Rocha Moya, representa mucho más que un sistema ferroviario: es una apuesta por la integración económica, la movilidad moderna y la cohesión territorial de un estado con vocación productiva.
El trazado propuesto para “El Sinaloense” conectará a los municipios más relevantes de la entidad, Mazatlán, Elota, Culiacán, Guamúchil, Guasave y Los Mochis, con estaciones estratégicas en zonas clave para el turismo, el agrocomercio y la industria. Cada estación está pensada como un nodo económico en sí mismo, con posibilidad de detonar desarrollo local, nuevas inversiones y creación de empleos.
Una obra con visión
Lo que diferencia este proyecto de otros trenes regionales es su enfoque mixto: servirá para el transporte de pasajeros y de carga, lo cual es vital para un estado como Sinaloa que destaca por su producción agrícola, pesquera y su creciente industria turística. “El Sinaloense” no sólo acercará regiones que hoy están aisladas o mal comunicadas, también facilitará la salida de productos locales a otros estados y puertos con eficiencia logística.
El liderazgo del gobernador Rocha ha sido crucial. Desde los primeros meses de su administración ha promovido un modelo de desarrollo que prioriza la inversión pública con impacto social. En este caso, la visión del tren no sólo abona a la conectividad, sino que también apunta a reducir la desigualdad territorial y brindar oportunidades a comunidades que tradicionalmente han estado al margen del progreso.
El impacto económico esperado
Cada estación del tren será un nuevo punto de concentración comercial: mercados, corredores turísticos, centros logísticos y de servicios. Se estima que, una vez operando, el tren podrá generar más de 20 mil empleos directos e indirectos entre su construcción, operación y servicios asociados. Además, dará un impulso sin precedente al turismo regional al facilitar recorridos entre destinos icónicos del norte y sur de Sinaloa, incluyendo las playas de Mazatlán y los pueblos mágicos como El Fuerte.
Sumado a esto, habrá un efecto multiplicador sobre el comercio local: más transporte significa más consumo, más flujo de visitantes, más inversión. También podría convertirse en una alternativa competitiva frente al transporte terrestre tradicional, reduciendo costos y tiempos.
Retos y corresponsabilidades
Por supuesto, no todo es sencillo. El reto financiero, la coordinación con la federación, el cuidado ambiental y la transparencia en la licitación y construcción son elementos críticos que deben observarse con lupa. Es tarea del gobierno estatal, pero también de la sociedad, de los empresarios y medios de comunicación, vigilar que esta promesa se cumpla como un tren al desarrollo y no como una locomotora de deuda.
Conclusión
“El Sinaloense” tiene el nombre de nuestra identidad y el espíritu de nuestra historia. Si se construye con responsabilidad y visión, puede marcar el inicio de una nueva era para Sinaloa. Una era en la que las distancias se acorten, las oportunidades se multipliquen y el desarrollo deje de ser una promesa para convertirse en una realidad que recorra, estación por estación, el corazón mismo de nuestro estado.