El séptimo aniversario de la Cuarta Transformación reunió el 6 de diciembre a miles de asistentes en el Zócalo capitalino en un acto donde convergieron símbolos, discursos y presencias políticas.
Entre ellas destacó la del gobernador Rubén Rocha Moya, quien acompañó a la presidenta Claudia Sheinbaum en un evento que, más allá de su carácter conmemorativo, permitió observar dinámicas que rara vez quedan tan expuestas en público.
Uno de los momentos más comentados del encuentro fue el saludo entre ambos mandatarios.
Las imágenes del acto muestran un abrazo prolongado, claramente distinguible, que contrastó con la formalidad habitual de este tipo de interacciones.
Sin proclamaciones ni declaraciones añadidas, el gesto abrió un espacio para la lectura política: pese a la insistencia de que la relación entre ambos se mantiene dentro de los márgenes institucionales, el lenguaje corporal reveló una cercanía que difícilmente puede pasarse por alto.
Es posible que, en el escenario nacional, este tipo de expresiones formen parte de la narrativa de unidad que acompaña a la 4T.
Sin embargo, el abrazo —visible, espontáneo y sin aparente guion previo— dejó entrever algo más: una relación directa, fluida y con un nivel de confianza que no siempre se aprecia entre mandatarios estatales y la Presidencia de la República.
La imagen proyectó un vínculo que, al menos en esa escena, pareció genuino y afianzado.
En paralelo, Rocha Moya difundió un mensaje donde reconoció el liderazgo de la presidenta y reiteró que en Sinaloa se trabaja alineado con los ejes de justicia, paz y bienestar social.
Esa comunicación, sumada al gesto público, dibuja una coincidencia no solo discursiva sino también gestual, que sugiere una cercanía más sólida de lo que comúnmente se expresa en declaraciones formales.
Por otro lado, la presencia de miles de sinaloenses en la celebración reforzó el contexto de identidad y acompañamiento al proyecto federal.
Sus consignas, visibles durante todo el evento, completaron el cuadro de un estado que no solo asistió, sino que se hizo notar.
En conjunto, la jornada dejó más que discursos. Mostró señales. Una de ellas —quizás la más elocuente— fue la interacción entre la presidenta y el gobernador, un momento breve pero suficientemente claro como para despertar la sospecha política de que, más allá de lo que se dice, la relación existe, es directa y está construida sobre un entendimiento personal que trasciende lo estrictamente institucional.
No se trata de afirmarlo; basta con observarlo.
LOS RETOS
Mazatlán inicia el 2026 con una hoja de ruta que, aunque demanda ajustes importantes, también abre espacio para avanzar en la consolidación de servicios públicos y en la modernización de su estructura urbana.
La administración de Estrella Palacios Domínguez cuenta con un presupuesto de ingresos que crece ligeramente respecto al año anterior, alcanzando los 3 mil 473 millones de pesos. Esta cifra, aun con su incremento moderado, ofrece un margen para atender áreas que históricamente han requerido inversión sostenida.
La orientación planteada por el gobierno municipal —centrada en seguridad, alumbrado, drenaje y obra pública esencial— refleja un enfoque de estabilización. Mazatlán vive presiones crecientes derivadas de su ritmo de expansión y de la demanda que impone su posición como uno de los polos turísticos más importantes del país.
Fortalecer la operación de los servicios básicos no solo es necesario para atender a la población local, sino también para ofrecer un entorno urbano más eficiente que beneficie a residentes y visitantes.
El énfasis en proyectos de infraestructura básica, como un nuevo panteón municipal o un relleno sanitario, evidencia la voluntad de atender pendientes estructurales que no pueden seguir postergándose.
Su avance dependerá de la coordinación con los gobiernos estatal y federal, un elemento que, bien gestionado, puede convertirse en una oportunidad para atraer recursos y concretar obras de alto impacto comunitario.
En el ámbito institucional, el proceso de construcción del presupuesto ha generado distintas percepciones al interior del Cabildo.
Sin embargo, esto también puede interpretarse como un momento para reforzar los canales de comunicación y asegurar que las decisiones presupuestales se desarrollen con mayor claridad y participación.
La integración adecuada de los cuerpos colegiados fortalece la legitimidad del ejercicio de gobierno y facilita la ejecución de prioridades.
Otro elemento relevante es la intención declarada de que el presupuesto responda a las necesidades expresadas por la ciudadanía.
Traducir esta visión en mecanismos reales de consulta y diagnóstico puede convertirse en una fortaleza si permite orientar el gasto hacia áreas donde el impacto social sea más visible y más valorado por la población.
Mazatlán enfrenta retos, pero también cuenta con condiciones favorables para avanzar: una recaudación estable, un sector turístico sólido y una agenda municipal centrada en la operación eficiente de los servicios.
El 2026 aparece así como un año para ordenar prioridades, ajustar procesos internos y sentar las bases de una infraestructura más robusta.
No será un periodo de grandes expansiones, pero sí puede ser un año decisivo para fortalecer la capacidad del municipio y responder de manera más firme a las demandas urbanas.
En un contexto donde la ciudad sigue creciendo y diversificándose, el reto consiste en administrar ese crecimiento con responsabilidad y visión.
Si la coordinación institucional se mantiene y las prioridades se ejecutan con disciplina, Mazatlán puede cerrar 2026 con avances concretos que fortalezcan su desarrollo a mediano plazo.
PUNTA DE LANZA
La incorporación de Culiacán a la Red Mundial de Ciudades del Aprendizaje de la UNESCO representa un hito que trasciende administraciones y que coloca a la ciudad dentro de una agenda global orientada al desarrollo humano, la innovación y la construcción de comunidades más integradas.
La designación no surge de manera espontánea; es resultado de un proceso de trabajo que articuló al Ayuntamiento con instituciones educativas, empresas, organizaciones sociales y actores culturales que comparten la idea de que el aprendizaje puede convertirse en una herramienta colectiva para transformar la vida urbana.
El anuncio de la UNESCO subrayó que las ciudades del aprendizaje están redefiniendo la educación más allá del aula, convirtiendo espacios públicos, centros comunitarios, bibliotecas, museos y lugares de trabajo en plataformas vivas para adquirir conocimiento.
En este contexto, Culiacán fue reconocida por impulsar programas que buscan reducir brechas, fortalecer capacidades y generar oportunidades para sectores vulnerables. Iniciativas como Somos Inclusión, Verano CienCiaSional, Atención al Adulto Mayor, Mujeres Emprendedoras por el Bienestar, Young Demo Day, Parques Alegres y los proyectos culturales comunitarios muestran un trabajo que se ha consolidado desde distintos frentes.
En este proceso, el papel del alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil ha sido determinante.
Su administración impulsó la postulación y promovió un enfoque de continuidad que busca que este reconocimiento no quede limitado a un periodo de gobierno, sino que se convierta en una guía estratégica para los años por venir.
Al enfatizar que el proyecto trasciende el 2027 y debe mantenerse como una visión de ciudad, Gámez Mendívil plantea una ruta que privilegia la planificación a largo plazo y la colaboración multisectorial.
La creación del Plan de Ciudad del Aprendizaje, compuesto por 14 proyectos, responde precisamente a esta idea: articular esfuerzos sostenidos entre universidades, empresas, sociedad civil y gobierno para que el aprendizaje forme parte de la vida diaria.
Esto incluye desde reconversión laboral y alfabetización digital hasta acciones para enfrentar el cambio climático y desarrollar capacidades frente a los desafíos tecnológicos contemporáneos.
Culiacán se suma ahora a una red de 425 ciudades de 91 países, entre ellas Lisboa, Ciudad de México, Medellín, Hamburgo y São Paulo.
Esta integración permitirá acceder a buenas prácticas, acompañamiento internacional, financiamiento y espacios de intercambio donde se definen tendencias globales en educación comunitaria.
La pertenencia a esta red puede convertirse en un impulsor para transformar la forma en que la ciudad se relaciona con el conocimiento, especialmente en un contexto donde la innovación educativa y la inclusión social son indispensables.
El reconocimiento de la UNESCO no solo celebra lo que se ha hecho, sino que plantea un compromiso para lo que falta por hacer.
La apuesta por una ciudad que aprende implica mantener la cooperación, fortalecer proyectos y garantizar que cada espacio urbano —desde un parque hasta un centro cultural— pueda convertirse en un punto de encuentro para el conocimiento.
Si la ruta planteada se sostiene, Culiacán podrá consolidarse como un ejemplo nacional de cómo una ciudad puede transformar su dinámica social poniendo el aprendizaje en el centro de su desarrollo.
marcoantoniolizarraga@entreveredas.com.mx
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