Enrique Inzunza Cázarez llega al Senado no como un recién llegado, sino como un operador político formado en los sótanos del poder en Sinaloa: ex magistrado presidente del Poder Judicial, ex secretario general de Gobierno y ahora senador por mayoría relativa en la LXVI Legislatura, bajo las siglas de Morena.
Su rol en la Cámara Alta es doble: por un lado, legislador nacional; por el otro, pieza clave del ajedrez político sinaloense que ya se está moviendo de cara al relevo en 2027.
Digo que juega en dos tableros no por otra cosa sino por su rol en el senado, donde lo vemos cumplir a cabalidad con sus encomiendas, y también por el papel que se adivina juega en nuestro estado.
El senador técnico de la 4T
En lo formal, Inzunza encarna el perfil “técnico” de la 4T:
- Abogado constitucionalista, con posgrados en Derecho y Criminología, ex titular del Poder Judicial y del área política central del gobierno estatal.
- Presidente de la Comisión de Estudios Legislativos del Senado, una posición estratégica para procesar las reformas que impulsa el Ejecutivo federal.
Desde ahí se ha colocado como voz disciplinada del oficialismo: ha prometido respaldar las iniciativas centrales del gobierno federal —el llamado “Plan C”— y se ha mostrado alineado con las grandes reformas en materia de bienestar, política exterior y reconfiguración institucional.
En tribuna, su discurso mezcla lenguaje jurídico y narrativa obradorista: habla de doctrina Estrada, de autonomía, de no intervención, al tiempo que subraya que el Senado debe acompañar el proyecto de transformación y blindar las reformas estructurales del obradorismo y, ahora, del gobierno de Claudia Sheinbaum.
En términos de desempeño legislativo, su papel es claro: operador de mayoría. Está ahí para que las cosas pasen, no para detenerlas. Lo vemos en constante dialogo con Adán Augusto López Hernández, líder del senado, quien por lo que se ve en el pleno, confía ampliamente en las capacidades del Inzunza Cázares
La sombra larga de Sinaloa
Reducir a Inzunza Cázares al rol de “senador técnico” sería ingenuo. Su peso real está en que es, al mismo tiempo, uno de los principales articuladores del poder político en Sinaloa.
Medios locales lo describen como una figura que “marca el rumbo de la política en Sinaloa” y subrayan su ascenso meteórico: de juez y magistrado, a secretario general de Gobierno y luego al Senado, siempre de la mano de Rubén Rocha Moya, su paisano y amigo de infancia en Badiraguato.
En la práctica, su huella se ve en varios puntos:
- Como secretario general de Gobierno, fue el brazo político de Rocha, operador de la relación con el Congreso, partidos y grupos de poder.
- Tras su salida al Senado, distintas lecturas periodísticas sostienen que no ha soltado los hilos: se le atribuye influencia en los recientes movimientos del gabinete estatal y en la colocación de perfiles cercanos en posiciones clave.
Es decir, juega en dos tableros: desde la Ciudad de México empuja la agenda federal, y desde ahí mismo opera el reacomodo local, consciente de que el tiempo de la sucesión ya empezó.
Tintes finos: el político de bajo volumen y alto control
En el terreno político y social, Inzunza no es un líder de plaza pública ni un animal de redes sociales estridentes; su estilo es otro.
- Bajo perfil, alta incidencia
Su carrera está marcada por cargos donde el poder es grande pero la exposición pública, relativa: Poder Judicial, Secretaría General, hoy una comisión clave en el Senado. No suele protagonizar escándalos personales ni pleitos mediáticos abiertos, pero sí aparece como factor de equilibrio o de tensión cuando se habla de reacomodos internos de Morena en Sinaloa. - El fino equilibrio entre técnica y lealtad
Se vende como técnico y lo es, por formación, pero su verdadero capital es la lealtad política: a Rocha, a la 4T y al proyecto que ahora encabeza Sheinbaum. En entrevistas, se asume listo para empujar el paquete de reformas estructurales que se discuten a nivel nacional, sin matices públicos de distancia. - La narrativa del hombre de Badiraguato
No es casual que en los perfiles sobre él siempre se subraye su origen en Badiraguato y su cercanía con Rocha. Esa narrativa, en un estado atravesado por la violencia y la economía ilegal, tiene doble filo: por un lado, lo ancla a la historia social de Sinaloa; por el otro, alimenta suspicacias y lecturas críticas sobre las redes de poder que se tejen desde esa región. - Un actor en territorios complejos
Como senador, le toca pronunciarse y moverse en temas que tocan directamente el nervio de Sinaloa: seguridad, crimen organizado, extradiciones, reforma judicial, relevo en Fiscalía. Sus intervenciones suelen ser cuidadas, con énfasis en la legalidad, pero siempre dentro del encuadre de la línea oficial.
¿Pieza clave o jugador que se sobreexpone?
El gran interrogante sobre Enrique Inzunza no está en su currículum sólido ni en su disciplina partidista incuestionable, sino en hasta dónde quiere y puede llegar.
Versiones periodísticas recientes sugieren que, de cara al cierre del sexenio de RUBÉN ROCHA, ha buscado “tomar el control” del gobierno y del Congreso local, impulsando a cuadros afines y desplazando a otros aliados históricos del gobernador. Conceder a esas versiones sería minimizar a un mandatario que se ha sobrepuesto a las adversidades de su sexenio.
Si eso se confirma en los hechos, el riesgo político es evidente:
- Puede consolidarse como gran armador de la sucesión, el hombre que amarra candidaturas y equilibrios.
- Puede ser visto como quien tensó de más la cuerda interna, abriendo conflictos dentro del propio morenismo sinaloense.
En cualquiera de los dos escenarios, algo parece claro: el senador no está “jugando” solo a legislar, está jugando a reordenar el poder.
Balance: un senador con vocación de ajedrecista
En resumen:
- En el Senado, Enrique Inzunza se desempeña como un legislador eficaz para la causa de la 4T: técnico, disciplinado, útil para sacar adelante reformas claves y para presidir una comisión estratégica.
- En el tablero sinaloense, es un actor que opera con bajo volumen, pero con alto impacto: mueve fichas, construye alianzas y se coloca, de facto, como uno de los protagonistas de la próxima disputa por el poder estatal.
Su desempeño se puede sintetizar así: es menos un senador de discurso y más un senador de estructuras. Y en política, muchas veces, quienes construyen estructuras pesan más que quienes dan los mejores discursos, aunque cabe señalar que su discurso también es muy bueno.
La pregunta que queda en el aire es si ese rol de arquitecto silencioso le alcanzará para dar el salto a la candidatura gubernamental, o si su figura quedará inscrita como la de un gran operador a la sombra del poder, incluso cuando ya se sentaba en la Cámara Alta.
