Los Mochis, Sinaloa._Con la llegada de diciembre, uno de los elementos más representativos de la temporada vuelve a ocupar un lugar central en hogares, plazas y comercios: el árbol de Navidad.
Esta tradición, que combina historia, simbolismo y emoción, se mantiene como una de las más arraigadas en la cultura festiva de fin de año.El origen del pino navideño se remonta a antiguas celebraciones europeas relacionadas con el solsticio de invierno, cuando los pueblos adornaban árboles verdes para simbolizar vida y esperanza.
Siglos más tarde, la costumbre fue adoptada en Alemania, donde comenzó a decorarse con velas, frutas y figuras artesanales. Con el paso del tiempo, la tradición se extendió por Europa, América y, finalmente, por todo el mundo.En México, el montaje del pino se ha convertido en un ritual familiar.
Para muchos, la elección del árbol —natural o artificial— marca el inicio formal de la Navidad. Las esferas, luces, coronas, listones y adornos que año con año salen de las cajas no solo decoran: también evocan recuerdos y fortalecen la convivencia.
En las calles, comercios y edificios públicos, los pinos monumentales empiezan a encenderse, atrayendo a cientos de visitantes que buscan fotografías, momentos de convivencia o simplemente disfrutar del ambiente festivo. Las plazas principales de las ciudades suelen convertirse en puntos de encuentro, donde la iluminación navideña contribuye a reactivar la vida social y económica.
Más allá del brillo y la decoración, el pino navideño se mantiene como un símbolo de unidad y renovación. Su presencia, tanto en espacios privados como públicos, anuncia el inicio de una temporada que invita a la reflexión, la convivencia y el espíritu de celebración.
Así, esta tradición continúa viva y vigente, recordando que la Navidad no solo se celebra: también se comparte y se ilumina



