Aún no inicia el proceso electoral de manera oficial, pero la contienda por la gubernatura de Sinaloa en 2027 ya comenzó… en las sombras. No hay registros oficiales, no hay plataformas políticas claras, ni propuestas públicas, pero sí hay fuego cruzado, guerra sucia, y una maquinaria de propaganda que se anticipa al calendario legal y al mandato ético del ejercicio político.
Varios aspirantes, con más ambición que visión, han optado por enfocarse en derribar a sus contrincantes antes que en construir ideas. Esto no es nuevo, pero sí lamentable. La política, esa herramienta civilizatoria que debería estar al servicio del desarrollo económico, la cohesión social y la mejora colectiva, ha sido secuestrada por una lógica mezquina: primero yo, luego el partido, y si sobra algo, quizá la ciudadanía.
El gobernador Rubén Rocha Moya ha hecho un llamado prudente: “es apresurado hablar de candidaturas”, dijo con claridad. Tiene razón. Pero el mensaje, como ocurre muchas veces, se estrella contra la realidad de los intereses personales.
Lo preocupante no es solo que esta “precampaña informal” ocurra, sino que se dé sin contenido. Ninguno de los aspirantes –ni en público ni en filtraciones– habla de cómo enfrentar la sequía estructural que amenaza a nuestros campos, de cómo reducir la dependencia económica de los sectores informales, ni de cómo generar empleos sostenibles en una entidad donde las juventudes migran por falta de oportunidades. ¿Dónde están sus ideas para detonar el potencial agrícola, pesquero, turístico e industrial del estado?
En cambio, asistimos al triste espectáculo de acusaciones veladas, videos editados en redes sociales, campañas negras disfrazadas de “análisis”, y alianzas tácticas entre operadores políticos que ya preparan sus apuestas, no para ganar con proyectos, sino para aplastar con rumores.
Sinaloa necesita una conversación política seria, orientada al desarrollo. La política no es un circo –aunque así se disfrace–; es la base del bienestar social. Donde hay buena política, florece la inversión, mejora la seguridad, y se elevan los indicadores de salud y educación. Donde hay politiquería, solo crece el desencanto ciudadano y la indiferencia democrática.
Quienes hoy se perfilan como “aspirantes naturales” harían bien en recordar que gobernar no es heredar una silla ni administrar lealtades partidistas. Gobernar es tener una visión, construir consensos, y dejar un legado. Si quieren convencer al electorado de que merecen ese lugar, deberían comenzar por lo fundamental: decir qué quieren hacer con Sinaloa y cómo van a lograrlo. No basta con querer ganar, hay que demostrar que saben para qué.