Le aplicaron la vacuna experimental, que pertenece al laboratorio Janssen, igual que a 190 personas más en España; ruega que sea exitosa y se acabe esta pesadilla para el mundo
Ernesto Herrera tiene 51 años de edad, nació en la Ciudad de México, pero desde hace 22 años vive en Las Rozas en Madrid, España, y el pasado miércoles se convirtió en el primer mexicano en recibir la dosis de una vacuna experimental (fase II) contra el Covid-19, por lo que ruega que sea exitosa y se acabe esta pesadilla para el mundo.
Ernesto nació en la Ciudad de México, pero su vida la desarrolló en Mexicali, Baja California, y sus estudios lo llevaron a vivir en Cuba, Alemania y el amor lo llevó a España. Hoy, está casado, tiene dos hijos adolescentes, es director de fotografía y hace cine y campañas políticas , de publicidad y ha hecho películas en México, España y Europa.
Su historia contra el Covid inició hace dos semanas cuando escuchó que el ministro de sanidad español iniciaba el reclutamiento de ciudadanos para aplicarles la vacuna experimental, que pertenece al laboratorio Janssen, que es parte de Johnson & Johnson, y lo mismo se hizo en Alemania y Bélgica.
El proceso era acudir a cualquiera de tres hospitales, dos se encuentran en Madrid: La Paz y La Princesa; y otro más en la ciudad de Santander, en el norte de España. Y Ernesto, como cualquier ciudadano, llamó a La Princesa, dejó sus datos y lo registraron en una lista para ser uno de los 190 españoles que serán los conejillos de indias para tratar de encontrar la vacuna que regrese a todo el mundo a la normalidad.
Unos cuantos días después lo llamaron para tener una reunión donde le explicarían todos los detalles sobre lo que consiste la vacuna y todo el proceso de este ensayo. Y les describieron que esta vacuna, está basada en un vector que ya existe y ya está probada y le agregan la proteína del coronavirus, pero aún así no están exentos de tener efectos secundarios.
Relata que no fue a esta cita con el destino para adquirir inmunidad, “porque no se sabe si va a funcionar o si te va a ir peor, es decir, que salga peor el remedio que la enfermedad y tampoco acudes por dinero, porque no pagan por participar en este experimento, es una cuestión de voluntad”.
“Yo tengo muchos motivos como aliciente porque mi hermana, que ha trabajado en laboratorios farmacéuticos le insistió hasta que pudo que no lo hiciera, pero yo me he mantenido bastante firme porque creo que tengo que dar una lección a mis hijos, yo no quiero ser profesor de nadie, pero de mis hijos sí, y es una lección de solidaridad humana, yo creo mucho en ello. Yo participé mucho en política y me ha dejado que hay que ser solidario y no intentar hacer lo que hacen los políticos que te dicen que van a ayudar y al final se les olvida la gente. Yo no soy político, pero soy un ser humano y pertenezco a la sociedad y participo como puedo y esta es una manera de participar”, describe Ernesto.
La vacuna se la aplicaron el pasado miércoles en la parte superior del brazo izquierdo, como si fuera la de la tuberculosis, conocida también como BCG. Le hicieron varias pruebas médicas antes, y uno de los requisitos era no haber padecido Covid.
Dice que después de la aplicación, ha tenido dolor en el brazo por dos días, pero hasta ahora no ha tenido ningún efecto secundario. Ahora tiene que acudir cada 8 días a la clínica para hacerse una revisión en la sangre para detectar sí generó anticuerpos o inmunidad o desarrolló alguna otra enfermedad con esta vacuna.
La vacuna consta de tres dosis, que son aplicadas en diferentes fechas, un grupo de los 190 españoles en un mes, y los demás en semanas posteriores, esto para ver las reacciones en cada grupo poblacional.
“Ojalá y haya una vacuna pronto y se acabe esta pesadilla… ¡ya!”, relata Ernesto en la plática con EL UNIVERSAL hasta Madrid, España.
FUENTE : EL UNIVERSAL
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