La reciente reunión sectaria y golpista de los gobernadores panistas, bajo una supuesta bandera por la defensa del federalismo, es, contradictoriamente, una asonada, precisamente contra los principios básicos de la República federal.
Los principios fundacionales, promovidos por los liberales mexicanos del siglo XIX, que dieron vida y sentido a nuestra República representativa, democrática, federal, compuesta de estados libres y soberanos, nunca habían estado mejor defendidos y respetados como por el actual Presidente de México. Sobradas evidencias demuestran el absoluto respeto del licenciado Andrés Manuel López Obrador a la división de poderes, a la soberanía de los estados federados y al municipio libre.
Paradójicamente, los gobernadores panistas y sus colegas de viaje, desde posiciones partidarias, contrarias a los principios republicanos, de la noche a la mañana, se nos presentan como adalides del federalismo, cuando en tanto herederos del conservadurismo, son históricamente sus principales enemigos.
De ahí que, a su derrota política y electoral, se añade su degradación moral.
Si en el siglo XIX los conservadores estaban moralmente derrotados, como sentenció Benito Juárez, también lo están, por lo visto, en pleno siglo XXI.
Ahora apelan a un nuevo pacto fiscal; pero el gobernador de Tamaulipas, por ejemplo, anuncia, provocadora e inconstitucionalmente, su propia política fiscal, en apoyo a los empresarios energéticos, simulando, así, una posición soberana sin sustento legal alguno.
Ahora bien, esta misma derecha con actitudes lacrimógenas declara que “no quieren una República monárquica”. Habrase visto pronunciamiento más absurdo. En la remotísima posibilidad de que alguien recogiera esa bandera del conservadurismo santanista, sin duda alguna que serían los propios panistas. Sólo ellos tienen esa vocación. Los gobernadores del PAN nos vienen con el cuento de que su campaña es por la defensa de la libertad y de la democracia. De risa.
A ellos, en el 2000, el pueblo les confió esa tarea porque creyó en su vocación democrática y libertaria. Craso error. Precisamente son los panistas los que cargan con dos de las mayores violaciones y traiciones a la democracia de nuestra historia contemporánea. Su presidente Fox, primero, intentó impedir la candidatura de López Obrador, con el desafuero, y luego, al no lograrlo, consumó, impunemente, el histórico fraude electoral de 2006, para imponer a Felipe Calderón.
Con meridiana claridad lo de ellos, como bien lo señala el Presidente, es la politiquería. Intrigar, pues. Ya que todos sus decires están orientados a lograr pingües posicionamientos políticos, ante el advenimiento del proceso electoral del próximo año. Reclaman mayores y oportunos recursos económicos, cuando todos reciben, como nunca, puntualmente sus participaciones. Pero se oponen a la austeridad en el gasto que el resto de los poderes hemos venido practicando.
Queda claro. En su afán golpista, los gobernadores panistas y sus aliados se han propuesto denigrar y vulnerar, en una por demás delirante intentona, la autoridad moral y política del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Es una actitud con fuerte carga de ingratitud, nada institucional y de desprecio por la persona y la figura presidencial. Para nada se corresponde con el trato siempre respetuoso e incluyente que el Presidente les ha dispensado a todos los mandatarios estatales, independientemente de su pertenencia partidaria.
Además, es una postura carente de institucionalidad, porque, olvidándose de que gobiernan para todos, desde sus respectivos nichos partidarios arremeten contra el Presidente, como vulgares dirigentes de partido.
En fin, y por decir lo peor, estamos ante una actitud despreciable, porque no hay ni un solo motivo moral, e incluso legal, que no sea la mentira o la calumnia, que desde sus posiciones políticas han proferido tales gobernantes, que justifique ese injusto e irrespetuoso trato a la institución presidencial.
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