La Pandemia o Coronavirus COVID-19, ha contaminado a cerca de 200 países a nivel mundial y seguramente dejará en bancarrota a gran parte de la población mexicana. Todo esto sumado al subdesarrollo económico, político y social, que arrastramos desde muchos años atrás, generará graves daños que habrá que superar. Esta pandemia nos afecta a todos, pero más a la clase asalariada y a los que viven del sustento que les da la economía informal.
Los mexicanos venimos de una economía desbastada y de rezagos que temporalmente choca con los jalones de progreso y desarrollo que se esfumaron en los últimos sexenios neoliberales. El aumento dramático de nuestra población, sigue siendo una limitante para generar los empleos que se demandan y los servicios públicos necesarios, principalmente en el centro y sur del país, donde pobladores de Oaxaca, Guerrero y Chiapas, viven en condiciones de insalubridad, violencia, así como dominados por caciquismos regionales.
En la ciudad y el campo el tejido social ha cambiado, hay nuevos grupos, necesidades diversas, creciente presión de los jóvenes por mejores sus oportunidades laborales y a la vez, la necesidad de proteger a los hombres y mujeres de la tercera edad. Las mujeres por su parte modifican radicalmente su participación en la fuerza del trabajo y ganan espacios en el sector público, privado y en el hogar. Mujeres que vienen siendo la bujía de nuestra organización social, lo que conlleva también a la competencia; hay cambios profundos en la vida de las naciones por el petróleo y por los flujos de la comunicación social. Se han modificado nuestras formas de organización y también las expectativas de la comunidad. No somos ni la economía ni la sociedad de los años setenta, ni menos aún la de los treinta, y eso debe entenderlo el Presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, por el bien de la Nación.
La Epidemia del coronavirus, nos obliga, por el bien de todos, a recluirnos en nuestros hogares, generando el cierre de negocios, bajo consumo y quiebre de comercios como ya está sucediendo. El efecto de que las personas estén recluidas en casa y no laborando, sosteniendo economías ha comenzado a reflejarse en ciudades como Los Mochis, Guasave, Culiacán, Mazatlán, El Fuerte, Navolato, Elota, Cósala, Escuinapa, Concordia, Rosario, entre otros. Aun así, la falsedad en las notas que vuelan en las redes sociales, confunden y hacen daño.
También hay que crear conciencia de lo que estamos viviendo y enfrentando. La población mexicana demanda de su presidente que sea congruente con lo que dice y lo que hace, que ponga el ejemplo en prevención del COVID-19. Que vacune la economía contra la pandemia de pánico que existe en la población y que ponga un alto a la desinformación. Que respalde a pequeñas empresas y con ello a miles de trabajadores y sus familias, atendiendo en forma responsable el tema de salud y la economía del país, haciendo a un lado temporalmente caprichos de grandes proyectos de gobierno como La Refinería Dos Bocas, el tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucia. Tiempo sobra y recursos económicos faltan para impulsar la economía y dar certidumbre en salud.
El presidente LÓPEZ OBRADOR, manifestó recientemente: “el pueblo mexicano tiene mucha fortaleza y está luchando para resistir adversidades y para salir adelante”, y como dice el refrán popular “como México no hay dos”. Grandes fortunas hechas al amparo del poder, grandes riquezas acumuladas en unas cuantas manos, pobreza y marginación en diversas regiones del país; dos fronteras que contrastan una con otra. Al norte con Estados Unidos, un vecino con gran poder mundial; al sur con Guatemala, pobreza y desigualdad social. Mientras que la población mexicana parece que fuimos hechos de bronce, raza fuerte, sumisa y aguantadora, al superar un sinfín de movimientos sociales, terremotos, lluvias, conviviendo con el crimen organizado, solapando la corrupción y aplaudiendo el cinismo de nuestros gobernantes.
También hemos aguantado devaluaciones, injusticias, compras y rifas de aviones, como si fuera un juego de niños. Estamos a la espera de que el Presidente de la República y sus “colaboradores” nos orienten en forma responsable para salir lo mejor librados de la epidemia del coronavirus y sepan encausar con responsabilidad la recesión mundial que más temprano que tarde nos afectará.
La suspensión del proyecto del que podría haber sido el nuevo aeropuerto de Texcoco, dejó un sabor amargo a la inversión privada, posteriormente se hace una consulta ciudadana a pobladores del municipio de Mexicali B.C., para aprobar o no la construcción de una inversión millonaria del grupo Constellación Brands. El resultado fue negativo, mientras que el presidente como Poncio Pilatos se lavó las manos. Tal vez el proyecto de la planta de Amoniaco, en el puerto de Topolobampo, también se juegue su futuro en una consulta ciudadana, mientras que las dependencias responsables de dar un veredicto técnico y apegado a derecho, enmudecen y evaden responsabilidades. Cuando la realidad es que cualquier sustento jurídico generador de confianza a la inversión, las leyes y la constitución están en manos del presidente y de nadie más.
En estos últimos meses, México, como otras partes del mundo, vive una crisis sin paralelo en materia de salud y economía. El contexto internacional se torna en extremo desfavorable, evidenciando y agudizando súbitamente las deficiencias estructurales internas acumuladas a lo largo de los años.
Llegó el momento de ponernos las pilas como ciudadanos y gobierno, abrochando cinturones, con austeridad ante la escasez de recursos para el país en su conjunto. La inflación generará incertidumbre, se favorece la especulación financiera, y contribuye a una dinámica regresiva en la distribución del ingreso y eso también es generador de más pobreza.
En este 2020 las condiciones de vida de la mayoría de la población se verán demeritadas como resultado de la crisis. Los servicios de salud, educación, empleo, vivienda, abasto y servicios públicos serán afectados, generando nuevos rezagos que tendremos que superar, pues podrían poner en riesgo la estabilidad y la paz social. Ante la tormenta que enfrentamos tenemos que mantener la unidad, cuidar la salud, trabajo y familia. Es impostergable abatir la miseria y desigualdades extremas, rezagos ancestrales, que en muchos casos no se han superado. La sociedad votó por un cambio y por ofertas de campaña que se ofrecieron, y se está a la espera del cumplimiento de cada una de ellas.
La modernidad y la dinámica social da origen a nuevas necesidades y demandas en condiciones que dificultan enfrentar a plenitud su cobertura, de ello hay conciencia y se entiende, pero tampoco es válido que se gobierne con resentimientos, con amarguras y echando la culpa de todos nuestros males al pasado. La tarea de cualquier gobernante es impedir que se ensanche la distancia entre el precepto legal de justicia y lo que se vive.
Un gobierno constructivo es aquel que da soluciones a los problemas, no con lamentaciones o sin respuestas, un gobierno responsable es aquel que unifica a la nación, el que tiene los pies sobre la tierra, el que escucha, pone el ejemplo, respeta y hace respetar la ley.
Dicho sea de paso la visita de este fin de Semana del Presidente AMLO a Sinaloa para supervisar el avance de la carretera Badiraguato-Guadalupe Calvo, que pasará por la tierra del Joaquín “el Chapo” Guzmán, deja muchas lecturas y preguntas que hacen volar la imaginación.
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